Daniel Hernández
A esos antros no llegan los operativos; a las personas que salen de ahí la policía no les hace “cacheos de rutina” y sus vehículos no son inspeccionados en retenes. La fascinación por el poder que ofrece el tráfico de drogas, pertenecer o ser amigo de un líder de la delincuencia organizada, no se limita a las clases bajas.
A este reportero le hicieron llegar varios reportes de que, en los antros y bares más exclusivos de Puebla, circula la droga conocida como Tusi, la cocaína rosa, que mezcla metanfetamina, opioides y otras sustancias que provocan euforia, sensación de fuerza, alucinaciones, entre otros efectos.
En esos lugares, jóvenes influenciados por los corridos tumbados conocen a los protagonistas de estas canciones en su nivel local.
En este sector, jóvenes y no tan jóvenes han sido seducidos por la droga de moda en los mejores antros y clubs nocturnos exclusivos.
La diferencia de clases se marca en todo y tiene símbolos. Desde hace mucho, quienes se consideran parte del sector adinerado se identifican con el color rosa; no es una casualidad el color escogido para la droga que va ganando terreno, y que puede popularizarse en otros sectores cuando haya una nueva moda en las clases altas.
La droga que llega a todo el mundo en algunos países de Latinoamérica ya es identificada como un problema, pero en Puebla —en la burbuja en la que dicen que vivimos— no la han detectado y no hay detenidos por su venta.
La niñez y la juventud, sin importar la clase social, deben ser cuidadas por el Estado.
Por cierto, ridículos legisladores
Como siempre, los diputados locales no pierden la oportunidad de subirse a cualquier "mame" legislativo que surge a nivel nacional, y ahora quieren discutir la prohibición de los corridos tumbados.
A los gobiernos, los diputados y funcionarios de seguridad no les gustan los corridos porque exhiben sus incapacidades para frenar la delincuencia.
Les asusta que se hable del líder criminal que se pasea en sus camionetas de lujo "levantando" rivales, "festejando que coronó la vuelta" (que el cargamento de droga llegó a su destino), presumiendo su vida de lujos.
Ante ello, la respuesta no es: vamos a detener a todo aquel que ande en malos pasos. En lugar de aplaudir a los secretarios de Seguridad Pública en las comparecencias, deberíamos exigir que haya un trabajo real en contra de la delincuencia. No, mejor prefieren censurar cantantes.
Si no quieren que se hable de violencia y drogas, pues que no haya violencia ni drogas, y los músicos tendrán que buscar de qué hablar.
No crean que los corridos de la Revolución le parecían agradables a los gobiernos en turno; les causaban la misma molestia que a los puritanos oídos legislativos actuales.
Por ahí del año 2000 surgieron los corridos alterados, que rápidamente se popularizaron en todo el país y, como ahora con los tumbados, fueron censurados y sus cantantes perseguidos hasta que la mayoría dejó de cantarlos.
A ellos les siguió la generación de corridos tumbados, los nuevos villanos. En poco tiempo, una nueva generación de jóvenes volverá a retratar la realidad que ven a diario. Segura y desafortunadamente, seguirá siendo droga y violencia.